martes, 3 de septiembre de 2013

Égloga a la muerte de la mosca llamada Atún

Égloga a la muerte de la mosca llamada Atún


Oh Atún, hoy nos has abandonado. La fatalidad ha querido cebarse contigo y llenar de pena nuestros corazones. La pantalla del portátil ha caído sobre tu cuerpecillo, dejándote aplastada contra la tecla de la letra “ñ”, como si con tu muerte quisieras reivindicar nuestra gramática.
He encontrado tu cuerpo inerte, sin vida… ¡Con lo que has sido tu! Con tus patitas retorcidas y tus alitas maltrechas, no has tenido fuerza ni para despedirte, decir un último adiós a quien tanto te ha querido.
 
Ahora recuerdo esos despertares de verano, en los que gracias al calorcito podías disfrutar de mi desnudez, de mi cuerpo; recrearte en cada rincón de mi anatomía. ¡Cómo te gustaba pasearte por mis oídos! Saludarme cada amanecer, y con tus juegos despertarme una y mil veces… ¡Que momentos Atún!
Tu presencia alegraba mis desayunos, con tus patitas pringadas de mierda, recorrías el borde de mi taza de café, revoloteabas sobre las tostadas con aceite… ¡Como disfrutabas, jodía! Y aunque sabías que no me gustaba, a veces te metías por dentro de la taza para chuperretear con tu lengua los restos del azúcar.
Después me esperabas para lo hora de la comida, siempre atenta, dispuesta a dejar la huella de tu inmundicia en cada filete, en cada lubina, en cada ensalada. Así hasta la hora de la siesta, este era uno de tus momentos de gloría, lo se, aunque nunca te dijera nada. Con tus idas y venidas me alegrabas ese momento de indisposición transitoria; eras tan cariñosa que tenías que regodearte en mis piernas, en mis brazos, en mi cara, pero siempre teniendo cuidado de que hubiera cerrado los ojos para no molestar. Que puedo decir, que no haya dicho ya, eras tan divertida que mis tardes de verano nunca serán lo mismo.
Tu no eras como esos moscardones desagradecidos que inundan la habitación con sus agradables zumbidos para después de un par de vueltas de reconocimiento se alejan con indiferencia. No, tu no eras así, tú eras fiel y permanecías, ahí estaba el secreto de que te amara tanto, por tu fidelidad. No fuiste como otras que me dejaron solo, tú seguiste ahí, con tu perseverancia, con tu tesón.
Siempre te recordaré en las noches de verano, cuando dabas lo mejor de ti misma. Esa forma de jugar al escondite conmigo… ¡Que divertido! Yo encendía la luz y en calzoncillos me ponía encima de la cama para tratar de convencerte con un periódico, de que la broma había terminado. Pero tú seguías imperturbable, ahí, camuflada entre las cortinas hasta que me vieras cerras los ojos o escuchar mis ronquidos. Entonces seguías con tus juegos, tus sutiles pasadas cerca de mis oídos, para asegurarte de que mi sueño no fuera profundo. Así, hasta que de nuevo me veías encender la luz para verme en paños menores y chancleta en mano… ¡Que bromista fuiste siempre!
Oh Atún, me queda el consuelo de que has sido una mosca feliz, te he visto crecer desde que eras una larva alimentándote de las caquitas, después te convertiste en un esplendoroso y radiante díptero. Fuiste libre como el viento, nadie te puso fronteras, igual posabas tus patitas sobre las mierdas del perro del vecino, que luego surcabas el viento rauda hasta mi cocina, para impregnar tus esencias en mis alimentos… ¡Y lo que te gustaba el pollo con tomate! Te dedicabas a pasear tus minúsculas patitas por cada rincón de los platos, dejando siempre la huella de tu paso. Cuando advertías mi presencia, te elevabas con gracia, con sutileza, sin esfuerzo, como una mosca. Esperando a ver mi reacción, tratando de provocarme a seguir con tus juegos, pero no siempre tenía tiempo de jugar contigo y ahora me arrepiento.
¡Fuiste una gran mosca! Lo digo con la boca grande y la letra pequeña, (Bookman old style del 12), justo te has ido cuando estabas a punto de ser adoptada. Si, nunca te lo dije, pero tu destino estaba ahí, en cambiar de compañero de juegos, en ampliar tu círculo de amistades. En las islas Canarias, allí podrías encontrar la felicidad, que quizá, yo te he negado. Allí, una bella dama estaba dispuesta a acogerte entre sus pechos, a aguantarte tus juegos nocturnos y a disfrutar de la lindeza de tus patitas impregnadas de mierda sobre sus refrigerios. Su cocina sería tuya, como si fueras una más de la familia.
Hasta había pedido presupuesto a Seur Moscotas para que tu viaje fuera más placentero, mucho mejor en furgoneta y luego en barco, que volando, tus alitas mágicas no soportarían semejante viaje.
Pero todas estas ilusiones se han visto hoy trucadas, un fatal accidente provocado por mi torpeza… ¡Nunca imagine que estuvieras ahí! Lo juro… lo prometo… te lo aseguro… pensé que no estabas ahí… te vi, pero…


Siii, he sido yo puta mosca, he cerrado la tapa del portátil con tal violencia que casi dejo grabadas las teclas en la pantalla, ¡te pillé! Por fin, ahora puedo disfrutar de mis despertares sin tu impertinente zumbido, sin sentir los cosquilleos provocados por tus repugnantes andares sobre mis piernas, tus aterrizajes repentinos sobre mi cabeza… ¡Adiós atún, puta mosca, adiós!  

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