Égloga
a la muerte de la mosca llamada Atún
Oh
Atún, hoy nos has abandonado. La fatalidad ha querido cebarse
contigo y llenar de pena nuestros corazones. La pantalla del portátil
ha caído sobre tu cuerpecillo, dejándote aplastada contra la tecla
de la letra “ñ”, como si con tu muerte quisieras reivindicar
nuestra gramática.
He
encontrado tu cuerpo inerte, sin vida… ¡Con lo que has sido tu!
Con tus patitas retorcidas y tus alitas maltrechas, no has tenido
fuerza ni para despedirte, decir un último adiós a quien tanto te
ha querido.
Ahora
recuerdo esos despertares de verano, en los que gracias al calorcito
podías disfrutar de mi desnudez, de mi cuerpo; recrearte en cada
rincón de mi anatomía. ¡Cómo te gustaba pasearte por mis oídos!
Saludarme cada amanecer, y con tus juegos despertarme una y mil
veces… ¡Que momentos Atún!
Tu
presencia alegraba mis desayunos, con tus patitas pringadas de
mierda, recorrías el borde de mi taza de café, revoloteabas sobre
las tostadas con aceite… ¡Como disfrutabas, jodía! Y aunque
sabías que no me gustaba, a veces te metías por dentro de la taza
para chuperretear con tu lengua los restos del azúcar.
Después
me esperabas para lo hora de la comida, siempre atenta, dispuesta a
dejar la huella de tu inmundicia en cada filete, en cada lubina, en
cada ensalada. Así hasta la hora de la siesta, este era uno de tus
momentos de gloría, lo se, aunque nunca te dijera nada. Con tus idas
y venidas me alegrabas ese momento de indisposición transitoria;
eras tan cariñosa que tenías que regodearte en mis piernas, en mis
brazos, en mi cara, pero siempre teniendo cuidado de que hubiera
cerrado los ojos para no molestar. Que puedo decir, que no haya dicho
ya, eras tan divertida que mis tardes de verano nunca serán lo
mismo.
Tu
no eras como esos moscardones desagradecidos que inundan la
habitación con sus agradables zumbidos para después de un par de
vueltas de reconocimiento se alejan con indiferencia. No, tu no eras
así, tú eras fiel y permanecías, ahí estaba el secreto de que te
amara tanto, por tu fidelidad. No fuiste como otras que me dejaron
solo, tú seguiste ahí, con tu perseverancia, con tu tesón.
Siempre
te recordaré en las noches de verano, cuando dabas lo mejor de ti
misma. Esa forma de jugar al escondite conmigo… ¡Que divertido! Yo
encendía la luz y en calzoncillos me ponía encima de la cama para
tratar de convencerte con un periódico, de que la broma había
terminado. Pero tú seguías imperturbable, ahí, camuflada entre las
cortinas hasta que me vieras cerras los ojos o escuchar mis
ronquidos. Entonces seguías con tus juegos, tus sutiles pasadas
cerca de mis oídos, para asegurarte de que mi sueño no fuera
profundo. Así, hasta que de nuevo me veías encender la luz para
verme en paños menores y chancleta en mano… ¡Que bromista fuiste
siempre!
Oh
Atún, me queda el consuelo de que has sido una mosca feliz, te he
visto crecer desde que eras una larva alimentándote de las caquitas,
después te convertiste en un esplendoroso y radiante díptero.
Fuiste libre como el viento, nadie te puso fronteras, igual posabas
tus patitas sobre las mierdas del perro del vecino, que luego
surcabas el viento rauda hasta mi cocina, para impregnar tus esencias
en mis alimentos… ¡Y lo que te gustaba el pollo con tomate! Te
dedicabas a pasear tus minúsculas patitas por cada rincón de los
platos, dejando siempre la huella de tu paso. Cuando advertías mi
presencia, te elevabas con gracia, con sutileza, sin esfuerzo, como
una mosca. Esperando a ver mi reacción, tratando de provocarme a
seguir con tus juegos, pero no siempre tenía tiempo de jugar contigo
y ahora me arrepiento.
¡Fuiste
una gran mosca! Lo digo con la boca grande y la letra pequeña,
(Bookman old style del 12), justo te has ido cuando estabas a punto
de ser adoptada. Si, nunca te lo dije, pero tu destino estaba ahí,
en cambiar de compañero de juegos, en ampliar tu círculo de
amistades. En las islas Canarias, allí podrías encontrar la
felicidad, que quizá, yo te he negado. Allí, una bella dama estaba
dispuesta a acogerte entre sus pechos, a aguantarte tus juegos
nocturnos y a disfrutar de la lindeza de tus patitas impregnadas de
mierda sobre sus refrigerios. Su cocina sería tuya, como si fueras
una más de la familia.
Hasta
había pedido presupuesto a Seur Moscotas para que tu viaje fuera más
placentero, mucho mejor en furgoneta y luego en barco, que volando,
tus alitas mágicas no soportarían semejante viaje.
Pero
todas estas ilusiones se han visto hoy trucadas, un fatal accidente
provocado por mi torpeza… ¡Nunca imagine que estuvieras ahí! Lo
juro… lo prometo… te lo aseguro… pensé que no estabas ahí…
te vi, pero…
Siii,
he sido yo puta mosca, he cerrado la tapa del portátil con tal
violencia que casi dejo grabadas las teclas en la pantalla, ¡te
pillé! Por fin, ahora puedo disfrutar de mis despertares sin tu
impertinente zumbido, sin sentir los cosquilleos provocados por tus
repugnantes andares sobre mis piernas, tus aterrizajes repentinos
sobre mi cabeza… ¡Adiós atún, puta mosca, adiós!
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