Café con leches, el making off
Unos taconazos firmes y seguros resuenan contra
las nítidas losetas que conducen hasta el final del lujoso pasillo. Allí, tras
la puerta, le espera su equipo para ultimar los detalles del discurso. Ana está
preocupada, sabe que su próxima presentación en público va a superar todas las
expectativas imaginables. El mundo va a ser testigo de su defensa de la candidatura
de Madrid a los JJOO. En su mente, aún tiene grabadas las imágenes de su marido
hablando en un pretendido tejano - “Estamos trabajando en ello”. ¡Qué mal lo
pasamos!- recuerda. Pero en su interior
siempre encuentra consuelo –“ Gracias a Dios, atravesamos el bache”.
La puerta se abre antes de que ella llegue, su
jefe de prensa y fiel escudero, se encarga de los detalles más nimios para que
ella solo tenga que aportar su toque de gracia. Unos cardan la lana y otros
ganan la fama. Su presencia en la sala hace que todo el mundo se levante como
si les hubiera picado una avispa en el culo. La jefa ha llegado. Una cohorte de
asesores - entre los que se encuentran lingüistas bilingües, asesores de
imagen, de expresión corporal, de comunicación,
de ropa, de peluquería, maquillaje…- dispuesta a revolcarse hasta lo indecible
con tal de que Ana les dé su galletita. Hasta una “personal shopper” se ha
desplazado con una docena de zapatos para cuidar de que el mínimo lacito del
vestido haga juego con el color de sus pendientes. Todo tiene que salir a la
perfección.
Su jefe de prensa ha decidido que sería buena idea
traer un telepronter, la pantalla que usan los presentadores para leer los textos
sin necesidad de memorizarlos. Todo lo que se disponga es poco, ahora no es el
momento de reparar en gastos.
Ana se deja querer, le han preparado un pequeño
set de maquillaje. Mientras la peluquera lucha contra la maquilladora por el
mismo fin, su asesor de comunicación le revela los últimos detalles antes de la
prueba final. Su coach de imagen le recuerda que tiene que sacar todo lo que
lleva dentro, su mensaje tiene que traspasar fronteras. Ana asiente con la
cabeza, unos diestros dedos le están pintando los labios.
Por fin se levanta y se gira sobre sí misma,
buscando la aprobación de sus asesores.
-
¡Perfecta, Ana! – le dice su director
de comunicación, al tiempo que se escucha un leve murmullo que confirma sus
palabras. Para eso están ah
-
¿Seguro? – pregunta indecisa.
Ya sabe que su vida es un ir y venir de halagos, ella
es consciente de que es eficiente y responsable, además la fortuna está de su
lado. Es alcaldesa de Madrid sin recibir un solo voto. Las alabanzas la
persiguen, pero cuando se trata de cuestiones de imagen, no se fía de nadie.
Tiene cincuenta y tantos, casi sesenta a
sus espaldas, cualquier cuerpo de mujer se resiente, incluido el de
ella.
Ana sube a la pequeña tarima y se dirige al atril
desde donde simulará su discurso, nadie le quita ojo de encima. Toda la pléyade
de asesores expectantes y pendientes de ella, como si fuera a anunciar el
premio gordo de la lotería. El nativo
bilingüe, responsable de su pronunciación en inglés, sabe que tiene una difícil
tarea por delante: el nivel de inglés de Ana, aún siendo mejor que el de su
marido, no es defendible. Si quieres, correcto, pero se nota a la legua que se
ha esforzado en los últimos años por mejorar. Habla inglés como una española.
Si empezara a corregir sus defectos de pronunciación y entonación, necesitaría
una vida entera - ¡Es lo que hay! – piensa.
Tras la primera prueba, el coach de imagen, menea
la cabeza, no le gusta nada lo que ha visto. La imagen de Ana es seca, sin
ninguna gracia, mueve los brazos como si un marionetista sujetara los hilos de
su vida. Si tuviera que elegirla para vender algo, sería la última de la fila.
Después de un instante de reflexión, donde mide al milímetro cuáles deben de
ser sus palabras, se dirige a ella.
-
¡Perfecto, Ana! Pero tienes que estar
más alegre, más expresiva – incluso se permite un pequeña licencia - ¡Que esto
no es un pleno del ayuntamiento! Tienes que ser más simpática, es lo que
esperan de ti, más natural, Ana, más natural… – le repite.
Las correcciones del coach le impactan en su cabeza de alcaldesa como un insulto
- ¿Quién se cree que es este? - Pero Ana es lista, no se llega donde ha llegado
ella a base de jugar a ser Forrest Gump. - ¿natural?- se pregunta a sí misma.
Entonces repara en que desde que iba al colegio de las monjas irlandesas la han
preparado para todo menos para expresar sus sentimientos en público. Está lista
para cerrar los hospitales de la Comunidad sin que se le mueva un pelo de la
frente. Dispuesta a memorizar la guía de teléfonos, preparada para sonreír de
la manera más cínica, hasta ver pasar el cadáver de su enemigo por delante,
pero… ¿natural? En su cabeza está en ciernes una tormenta, toda su vida ha
luchado por sujetarse, marcar su ritmo al compás de los legionarios de Cristo,
es como ella se siente cómoda, bajo control. La naturalidad es para los
socialistas, para la gente baja, de tortilla y pandereta. Pero a la vez, sabe
que lo que le pide su coach es lo necesario, si quiere conquistar al mundo debe
de enamorarlo primero. Mostrarse como una gatita insinuante. Lo ve claro y ella
misma se perdona – voy a hacerlo, voy a ser natural – decide, como quien está
encima de un puente dispuesto a lanzarse al vacío. Con la ignorancia propia del
que a base de escuchar mentiras se ha creído su propio papel, en su
inconsciencia se cree capaz de todo. Para eso la han elegido alcaldesa, casi…,
piensa. En las próximas elecciones…
-
¡Voy a hacerlo! – dice convencida,
diciéndoselo a sí misma, voz en alto, para que toda la panda de lameculos sepan
que ella afronta las responsabilidades.
Después de un retoque de maquillaje, comienza un
segundo pase, el bilingüe se tapa los oídos de manera disimulada. El coach de
imagen está viendo el resultado de su asesoría y se quiere morir, es tan
natural como Falete en un Starbuks. Aún así, le levanta el pulgar para que
siga. Ahora se le han acabado los argumentos. Su alumna tiene la gracia donde
las avispas. La alcaldesa continúa su discurso con entusiasmo, ajena a todo.
Gustándose.
-
… and you can visit el museo del Prado
– dice abriendo los brazos como si quisiera agarrar a una borrega para
esquilarla – and also you can see… un momento – se interrumpe ella misma - ¿El
museo del Prado?
La función se ha detenido, la “jefa” no considera
oportuno ofrecer Madrid al mundo, desde la pintura. Mientras, el redactor del
discurso agarra una “botella” de agua por el cuello y retuerce el tapón, al
constatar que ahora la fiesta se dirige hacia él.
-
La gente de aquí es divertida, el
ambiente de Madrid, eso es lo que tenemos que vender – termina diciendo a su
director de imagen, que asiente obediente.
-
¡Claro! ¿Cómo no se nos había
ocurrido? Lo del Prado es para viejos… - añade el coach, todo lo que sea nadar
a favor de corriente vale en este momento.
Se crea un momento de pánico en la sala, el que
más y el que menos sabe que una palabra de más en ese instante puede significar
la cola del paro. Nadie se atreve a abrir la boca.
-
¡Ya está! – dice Ana, convencida de
que el universo sin el peso de su cuerpo sería un caos - ¡La plaza Mayor!
-
¡Perfecto, Ana! – le replica el
director de comunicación, a la vez que el autor del texto se coloca la
“botella” entre las piernas, cerca de los testículos.
-
¡Espera! – dice la alcaldesa pensando
– La plaza Mayor… ¡Bocadillos de calamares! ¡Perfecto!
El director de comunicación asume el golpe como un
gancho de Mike Tyson al hígado, pero no pierde el rictus.
-
¡Perfecto, Ana! – replica.
Ahora la pelota ha pasado al tejado del bilingüe,
que busca en su tableta en el diccionario, por si existiera la palabra mágica,
la traducción que salvara su trasero.
-
¿Cómo se dice bocadillo de calamares
en inglés? – pregunta indolente la alcaldesa hacia el mundo, a sabiendas de que
sus preguntas siempre tienen respuesta.
-
Skid sándwich – dice el atemorizado
bilingüe – pero eso solo existe en España – aclara, para que sepa, que si se le
ocurre pronunciar esas palabras, el mundo va a sentir la misma repugnancia que
si un masai le ofreciera de merienda una oruga de escarabajo pelotero.
-
¿Skad sándwich? – dice la alcaldesa
-¡Uy! Eso suena fatal, lo de los calamares… ¡Ya lo tengo! ¡Una caña! Eso sí que
es típico, “relajarse tomando una caña en la plaza Mayor…” “relaxing taking a beer in the plaza Mayor… ¡Perfecto!
- termina satisfecha.
-
Perdona, Ana… – Osa interrumpirle el director de comunicación,
ante la visión que ha tenido. Con la campaña del “conducimos por ti” y los
vinos que se tomaba su marido ya habían tenido suficiente alcohol -… el alcohol
no lo podemos tocar…
-
Uy, es verdad – dice Ana – ni hablar…
Al nativo bilingüe se le han retorcido las tripas
al escuchar la pronunciación, pero la úlcera solo llega cuando escucha lo de “taking
a beer”. El redactor, el autor del discurso, opta por mantener silencio, se
limita a mantener el culo de la “botella” lo más cerca posible de sus
genitales. El coach ha dado un paso atrás, su labor ya está terminada, sabe que
Ana aleteará durante el discurso como un pollo de buitre huérfano. Pero todos
permanecen atentos a las palabras de la alcaldesa, saben que aún les queda un
último cabezazo.
Ana piensa un instante, ya sabe que su equipo de
asesores está plagado de incompetentes. Siente que ella sola, como siempre,
debe solventar los problemas. Se imagina la situación, ¿Qué es lo que haría
ella si se encontrara en la plaza Mayor?
-
¿Y un café con leche? – se pregunta,
al tiempo que frunce los labios gustándose – “taking a relaxing cup of coffe
with milk in the plaza Mayor…”
- ¡Un médico! – irrumpe la voz de la peluquera – Al bilingüe le ha pasado algo, hay que llamar una ambulancia – dice alarmada.
Se paraliza el debate, es una contrariedad lo del
traductor, pero no es razón para suspender el training. A fin de cuentas, ya se
sabe, los extranjeros siempre han sido muy flojos. Entre la personal shopper,
la maquilladora, el jefe de prensa y el redactor consiguen sacar el cuerpo al
exterior para que le atiendan. ¡The show must go on!
Durante el momento de confusión, el director de
comunicación de acerca al oído de la alcaldesa. De alguna forma quiere
corregirle, pero de la manera más discreta.
-
Alcaldesa – susurra – yo una vez
estuve en Londres y creo que allí no se toma café con leche, además, a la gente que le gusta el café lo toma solo,
les parece una aberración mezclar el sabor. A los brasileños, a los
portugueses, a los colombianos, a los
cafeteros les puede sentar mal.
cafeteros les puede sentar mal.
-
¡Pues a mí me gusta el café con leche!
– responde Ana – es muy español, en casa lo tomamos así siempre… - termina con
el mensaje subliminal, el director de comunicación ya sabe con quién toma café
con leche en casa – además suena muy bien ¡Café con leche! ¿no? Muy castizo,
muy de aquí, de Madrid.
-
¡Perfecto, Ana! El único problema es
que tienes que decirlo en inglés… no es lo mismo ¡Café con leche! que ¡Coffe
with milk!, para nosotros es un clásico, pero los extranjeros no van a entender
la gracia.
-
Es que como los españoles no hay
nadie… y ¿café with milk?
La alcaldesa sacude la cabeza, no sabe por qué,
pero siempre se rodea de expertos en buscar problemas a las soluciones.
-
¡Ya tengo la frase! “A relaxing cup of café con leche in the plaza Mayor”
Pobre bilingüe, jajajaja, que marrón. Te saliste Eduardo. Se ha reído hasta mi marido, que ya es difícil.
ResponderEliminarjaja muy bueno muy bueno, lo has lucido
ResponderEliminarMuy bueno. ¿Has pensado en meterte de guionista en 'The Newsroom'?
ResponderEliminarjajajaja Muy bueno Eduardo :D
ResponderEliminarMuy bueno Eduardo, muy elaborado.
ResponderEliminarTe diré que en mi pueblo, ya quedamos par tomar "one relaxing cup of cafe con leche in the plaza" jejeje
Jejejejeje... Pobre profesor de inglés... Le ha dado un jamacuco escuchandola... Es posible ser mas cateta???
ResponderEliminarTe has salido Eduardo!! Un besote
Realmente es eso lo que ourre alrededor de esta señora.
ResponderEliminarMe pregunto como actuaríamos los demás si estuviéramos en sus pellejos.
Por lo demás,en todo el texto se nota que esta mujer es tu amor platónico.
Eres un crack,no se te ha escapado ni un detalle de todo lo surgido como consecuencia del tema en estos días.