sábado, 14 de septiembre de 2013

¡Café con leches!!! El making off


Café con leches, el making off


Unos taconazos firmes y seguros resuenan contra las nítidas losetas que conducen hasta el final del lujoso pasillo. Allí, tras la puerta, le espera su equipo para ultimar los detalles del discurso. Ana está preocupada, sabe que su próxima presentación en público va a superar todas las expectativas imaginables. El mundo va a ser testigo de su defensa de la candidatura de Madrid a los JJOO. En su mente, aún tiene grabadas las imágenes de su marido hablando en un pretendido tejano - “Estamos trabajando en ello”. ¡Qué mal lo pasamos!- recuerda.  Pero en su interior siempre encuentra consuelo –“ Gracias a Dios, atravesamos el bache”.   


La puerta se abre antes de que ella llegue, su jefe de prensa y fiel escudero, se encarga de los detalles más nimios para que ella solo tenga que aportar su toque de gracia. Unos cardan la lana y otros ganan la fama. Su presencia en la sala hace que todo el mundo se levante como si les hubiera picado una avispa en el culo. La jefa ha llegado. Una cohorte de asesores - entre los que se encuentran lingüistas bilingües, asesores de imagen, de expresión corporal, de comunicación,  de ropa, de peluquería, maquillaje…- dispuesta a revolcarse hasta lo indecible con tal de que Ana les dé su galletita. Hasta una “personal shopper” se ha desplazado con una docena de zapatos para cuidar de que el mínimo lacito del vestido haga juego con el color de sus pendientes. Todo tiene que salir a la perfección.


Su jefe de prensa ha decidido que sería buena idea traer un telepronter, la pantalla que usan los presentadores para leer los textos sin necesidad de memorizarlos. Todo lo que se disponga es poco, ahora no es el momento de reparar en gastos.


Ana se deja querer, le han preparado un pequeño set de maquillaje. Mientras la peluquera lucha contra la maquilladora por el mismo fin, su asesor de comunicación le revela los últimos detalles antes de la prueba final. Su coach de imagen le recuerda que tiene que sacar todo lo que lleva dentro, su mensaje tiene que traspasar fronteras. Ana asiente con la cabeza, unos diestros dedos le están pintando los labios.


Por fin se levanta y se gira sobre sí misma, buscando la aprobación de sus asesores.


-          ¡Perfecta, Ana! – le dice su director de comunicación, al tiempo que se escucha un leve murmullo que confirma sus palabras. Para eso están ah


-          ¿Seguro? – pregunta indecisa.


Ya sabe que su vida es un ir y venir de halagos, ella es consciente de que es eficiente y responsable, además la fortuna está de su lado. Es alcaldesa de Madrid sin recibir un solo voto. Las alabanzas la persiguen, pero cuando se trata de cuestiones de imagen, no se fía de nadie. Tiene cincuenta y tantos, casi sesenta a  sus espaldas, cualquier cuerpo de mujer se resiente, incluido el de ella.


Ana sube a la pequeña tarima y se dirige al atril desde donde simulará su discurso, nadie le quita ojo de encima. Toda la pléyade de asesores expectantes y pendientes de ella, como si fuera a anunciar el premio gordo de la lotería.  El nativo bilingüe, responsable de su pronunciación en inglés, sabe que tiene una difícil tarea por delante: el nivel de inglés de Ana, aún siendo mejor que el de su marido, no es defendible. Si quieres, correcto, pero se nota a la legua que se ha esforzado en los últimos años por mejorar. Habla inglés como una española. Si empezara a corregir sus defectos de pronunciación y entonación, necesitaría una vida entera - ¡Es lo que hay! – piensa.


Tras la primera prueba, el coach de imagen, menea la cabeza, no le gusta nada lo que ha visto. La imagen de Ana es seca, sin ninguna gracia, mueve los brazos como si un marionetista sujetara los hilos de su vida. Si tuviera que elegirla para vender algo, sería la última de la fila. Después de un instante de reflexión, donde mide al milímetro cuáles deben de ser sus palabras, se dirige a ella.


-          ¡Perfecto, Ana! Pero tienes que estar más alegre, más expresiva – incluso se permite un pequeña licencia - ¡Que esto no es un pleno del ayuntamiento! Tienes que ser más simpática, es lo que esperan de ti, más natural, Ana, más natural… – le repite.


Las correcciones del coach le impactan en su cabeza de alcaldesa como un insulto - ¿Quién se cree que es este? - Pero Ana es lista, no se llega donde ha llegado ella a base de jugar a ser Forrest Gump. - ¿natural?- se pregunta a sí misma. Entonces repara en que desde que iba al colegio de las monjas irlandesas la han preparado para todo menos para expresar sus sentimientos en público. Está lista para cerrar los hospitales de la Comunidad sin que se le mueva un pelo de la frente. Dispuesta a memorizar la guía de teléfonos, preparada para sonreír de la manera más cínica, hasta ver pasar el cadáver de su enemigo por delante, pero… ¿natural? En su cabeza está en ciernes una tormenta, toda su vida ha luchado por sujetarse, marcar su ritmo al compás de los legionarios de Cristo, es como ella se siente cómoda, bajo control. La naturalidad es para los socialistas, para la gente baja, de tortilla y pandereta. Pero a la vez, sabe que lo que le pide su coach es lo necesario, si quiere conquistar al mundo debe de enamorarlo primero. Mostrarse como una gatita insinuante. Lo ve claro y ella misma se perdona – voy a hacerlo, voy a ser natural – decide, como quien está encima de un puente dispuesto a lanzarse al vacío. Con la ignorancia propia del que a base de escuchar mentiras se ha creído su propio papel, en su inconsciencia se cree capaz de todo. Para eso la han elegido alcaldesa, casi…, piensa. En las próximas elecciones…


-          ¡Voy a hacerlo! – dice convencida, diciéndoselo a sí misma, voz en alto, para que toda la panda de lameculos sepan que ella afronta las responsabilidades.


Después de un retoque de maquillaje, comienza un segundo pase, el bilingüe se tapa los oídos de manera disimulada. El coach de imagen está viendo el resultado de su asesoría y se quiere morir, es tan natural como Falete en un Starbuks. Aún así, le levanta el pulgar para que siga. Ahora se le han acabado los argumentos. Su alumna tiene la gracia donde las avispas. La alcaldesa continúa su discurso con entusiasmo, ajena a todo. Gustándose.


-          … and you can visit el museo del Prado – dice abriendo los brazos como si quisiera agarrar a una borrega para esquilarla – and also you can see… un momento – se interrumpe ella misma - ¿El museo del Prado?


La función se ha detenido, la “jefa” no considera oportuno ofrecer Madrid al mundo, desde la pintura. Mientras, el redactor del discurso agarra una “botella” de agua por el cuello y retuerce el tapón, al constatar que ahora la fiesta se dirige hacia él.


-          La gente de aquí es divertida, el ambiente de Madrid, eso es lo que tenemos que vender – termina diciendo a su director de imagen, que asiente obediente.

-          ¡Claro! ¿Cómo no se nos había ocurrido? Lo del Prado es para viejos… - añade el coach, todo lo que sea nadar a favor de corriente vale en este momento.


Se crea un momento de pánico en la sala, el que más y el que menos sabe que una palabra de más en ese instante puede significar la cola del paro. Nadie se atreve a abrir la boca.


-          ¡Ya está! – dice Ana, convencida de que el universo sin el peso de su cuerpo sería un caos - ¡La plaza Mayor!

-          ¡Perfecto, Ana! – le replica el director de comunicación, a la vez que el autor del texto se coloca la “botella” entre las piernas, cerca de los testículos.

-          ¡Espera! – dice la alcaldesa pensando – La plaza Mayor… ¡Bocadillos de calamares! ¡Perfecto!


El director de comunicación asume el golpe como un gancho de Mike Tyson al hígado, pero no pierde el rictus.


-          ¡Perfecto, Ana! – replica.


Ahora la pelota ha pasado al tejado del bilingüe, que busca en su tableta en el diccionario, por si existiera la palabra mágica, la traducción que salvara su trasero.


-          ¿Cómo se dice bocadillo de calamares en inglés? – pregunta indolente la alcaldesa hacia el mundo, a sabiendas de que sus preguntas siempre tienen respuesta.


-          Skid sándwich – dice el atemorizado bilingüe – pero eso solo existe en España – aclara, para que sepa, que si se le ocurre pronunciar esas palabras, el mundo va a sentir la misma repugnancia que si un masai le ofreciera de merienda una oruga de escarabajo pelotero.


-          ¿Skad sándwich? – dice la alcaldesa -¡Uy! Eso suena fatal, lo de los calamares… ¡Ya lo tengo! ¡Una caña! Eso sí que es típico, “relajarse tomando una caña en la plaza Mayor…” “relaxing taking a beer in the plaza Mayor… ¡Perfecto! - termina satisfecha.


-          Perdona, Ana… – Osa  interrumpirle el director de comunicación, ante la visión que ha tenido. Con la campaña del “conducimos por ti” y los vinos que se tomaba su marido ya habían tenido suficiente alcohol -… el alcohol no lo podemos tocar…


-          Uy, es verdad – dice Ana – ni hablar…


Al nativo bilingüe se le han retorcido las tripas al escuchar la pronunciación, pero la úlcera solo llega cuando escucha lo de “taking a beer”. El redactor, el autor del discurso, opta por mantener silencio, se limita a mantener el culo de la “botella” lo más cerca posible de sus genitales. El coach ha dado un paso atrás, su labor ya está terminada, sabe que Ana aleteará durante el discurso como un pollo de buitre huérfano. Pero todos permanecen atentos a las palabras de la alcaldesa, saben que aún les queda un último cabezazo.


Ana piensa un instante, ya sabe que su equipo de asesores está plagado de incompetentes. Siente que ella sola, como siempre, debe solventar los problemas. Se imagina la situación, ¿Qué es lo que haría ella si se encontrara en la plaza Mayor?


-          ¿Y un café con leche? – se pregunta, al tiempo que frunce los labios gustándose – “taking a relaxing cup of coffe with milk in the plaza Mayor…”

    - ¡Un médico! – irrumpe la voz de la peluquera – Al bilingüe le ha pasado algo, hay que llamar una ambulancia – dice alarmada.



Se paraliza el debate, es una contrariedad lo del traductor, pero no es razón para suspender el training. A fin de cuentas, ya se sabe, los extranjeros siempre han sido muy flojos. Entre la personal shopper, la maquilladora, el jefe de prensa y el redactor consiguen sacar el cuerpo al exterior para que le atiendan. ¡The show must go on!


Durante el momento de confusión, el director de comunicación de acerca al oído de la alcaldesa. De alguna forma quiere corregirle, pero de la manera más discreta.


-          Alcaldesa – susurra – yo una vez estuve en Londres y creo que allí no se toma café con leche, además,  a la gente que le gusta el café lo toma solo, les parece una aberración mezclar el sabor. A los brasileños, a los portugueses, a los colombianos, a los
cafeteros les puede sentar mal.

-          ¡Pues a mí me gusta el café con leche! – responde Ana – es muy español, en casa lo tomamos así siempre… - termina con el mensaje subliminal, el director de comunicación ya sabe con quién toma café con leche en casa – además suena muy bien ¡Café con leche! ¿no? Muy castizo, muy de aquí, de Madrid.

-          ¡Perfecto, Ana! El único problema es que tienes que decirlo en inglés… no es lo mismo ¡Café con leche! que ¡Coffe with milk!, para nosotros es un clásico, pero los extranjeros no van a entender la gracia.

-          Es que como los españoles no hay nadie… y ¿café with milk?


La alcaldesa sacude la cabeza, no sabe por qué, pero siempre se rodea de expertos en buscar problemas a las soluciones.


-          ¡Ya tengo la frase! “A relaxing cup of café con leche in the plaza Mayor”


¡Perfecto alcaldesa! Nos salimos con la frase… hasta nos vale para las próximas elecciones…

7 comentarios:

  1. Pobre bilingüe, jajajaja, que marrón. Te saliste Eduardo. Se ha reído hasta mi marido, que ya es difícil.

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  2. Muy bueno. ¿Has pensado en meterte de guionista en 'The Newsroom'?

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  3. Muy bueno Eduardo, muy elaborado.
    Te diré que en mi pueblo, ya quedamos par tomar "one relaxing cup of cafe con leche in the plaza" jejeje

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  4. Jejejejeje... Pobre profesor de inglés... Le ha dado un jamacuco escuchandola... Es posible ser mas cateta???

    Te has salido Eduardo!! Un besote

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  5. Realmente es eso lo que ourre alrededor de esta señora.
    Me pregunto como actuaríamos los demás si estuviéramos en sus pellejos.
    Por lo demás,en todo el texto se nota que esta mujer es tu amor platónico.
    Eres un crack,no se te ha escapado ni un detalle de todo lo surgido como consecuencia del tema en estos días.

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